LA ERA DEL EGO

La obsesión por la imagen, el estímulo a la individualidad, la proliferación de blogs, redes, realities, selfis dan cuenta de un fenómeno de estos tiempos: el culto a un modo de vida narcisista.

No es mera vanidad. Tampoco un estricto problema de diván o una anomalía que afecte sólo a unos pocos. Es, en realidad, un fenómeno social muy amplio, que atraviesa toda nuestra cultura y da forma a nuevos modos de trabajar, amar, estar en el mundo. Porque ya no nos rigen ni el temor al castigo ni la devoción por el cumplimiento del deber: para bien o para mal, estamos regidos por el culto al cuerpo, la autorreferencia, la fascinación por el éxito individual.
Nos convertimos en una cultura que, cada vez más fuerte, exclama: "Yo, yo... y yo".

Algo de esto supo ver la revista Time cuando, a finales de 2006, cumplió con el ritual de presentar en tapa la "personalidad del año". En lugar del habitual retrato de estadistas, científicos o artistas, los lectores se encontraron con un espejo. Nada más -y nada menos- que un espejo.

SINDROME DE PETER PAN

El término síndrome de Peter Pan ha sido aceptado en la psicología popular desde el Dr. Dan Kiley. publicó en 1983 un libro titulado The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up («El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece»). 
Si bien no existe evidencia que muestre que el síndrome de Peter Pan sea una enfermedad psicológica existente y tampoco se encuentra en el Manual de los trastornos mentales, vale la pena tener en cuenta lo descripto por el Dr. Kiley.

No es una cuestión de edad.
Existen ejemplares de 30, 40, 50, 60 años y los hay que mueren siendo Peter Pan, a pesar de la infatigable inversión que dedican a soslayar la vejez.


El mencionado psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó como Síndrome de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre.

ATRAPAR MENTIROSOS

Corrupción, estafas, dobles vidas... Tanto en la vida pública como en la privada, vivimos rodeados de engaños. Mentir es fácil, pero las mentiras no duran siempre.

Éstas son algunas pistas para desenmascararlas.

Mentir es un acto consciente y deliberado, no un accidente como a menudo el mentiroso nos quiere hacer creer. Hay dos formas básicas de mentir: la primera es ocultar, y consiste en retener cierta información sin decir nada que no sea verdad. La segunda es falsear, y se basa en presentar la información falsa como si fuera cierta. El ocultamiento es pasivo, mientras que el falseamiento es activo. Desde esta perspectiva, la persona que oculta suele sentirse menos culpable que la que falsea, aunque en ambos casos las consecuencias pueden ser igual de perjudiciales para sus víctimas.

Por lo general, la gran mentira se teje con el tiempo. Se empieza con un engaño banal, al que sigue un segundo engaño algo mayor. No pasa nada, y el mentiroso no es detectado. Esto le da alas para cometer un engaño todavía mayor, en un proceso que no conoce límite hasta que comete algún error y es desenmascarado.

El mentiroso habitual se crece hasta que, creyéndose más listo que los demás, relaja el control y baja la guardia, momento en el que comete un desliz y es descubierto. Como afirma el profesor Ekman, "la práctica del engaño, así como el éxito reiterado en instrumentarlo, reducirá siempre el recelo a ser detectado".