LOS TRES FESTIVALES ESPIRITUALES

Cuando el mundo del futuro haya evolucionado, los hombres espirituales celebrarán unificados. Existirá entonces una reserva de recursos espirituales, un unánime esfuerzo y cada invocación con un considerable poder espiritual.

Hasta entonces celebramos los tres festivales principales, sucediéndose en tres meses consecutivos para producir una unión espiritual sostenida que afecte al resto del año.

Los festivales son: Pascuas, Wesak y Cristo

Durante el mes de Junio nos abocamos al El Festival de la Luna Llena de Géminis o Festival del Cristo.


El Festival del Cristo es el tercero de los tres principales Festivales espirituales. Va a continuación del de Pascua en Aries y del de Wesak, el Festival del Buda o de Iluminación, en Tauro.

Conocido bajo una gran variedad de nombres, este Festival de Géminis es, esencialmente, el Festival del Cristo como representante de la humanidad ante la presencia de Dios. Es el Festival de la humanidad en búsqueda de la unificación y de la comprensión de su propia divinidad.

Debido a que el reino humano, como centro de distribución de energías, está tan directamente involucrado con su propia divinidad, se le conoce también como el Festival de la Buena Voluntad.

MAYO Y LA ESPIRITUALIDAD

Los tres Festivales espirituales de Pascua, el gran festival de Occidente celebrado en la luna llena de Aries; Wesak, el gran festival Oriental celebrado en la luna llena de Tauro y el Festival de Buena Voluntad, el Festival del Cristo, celebrado en la luna llena de Géminis, son una demostración de los nexos que unen a un buen número de tradiciones religiosas: el cristianismo, el judaísmo que suministró la base para el trabajo del Cristo, el islamismo que Alice Bailey describió como un “retoño híbrido del cristianismo”, y el budismo, con su conexión histórica con el hinduismo.

La estrecha asociación entre los “dos hermanos”, el Cristo y el Buda, demostrada cada año en Wesak, que conduce a la subsiguiente liberación de energía espiritual en el festival del Cristo, es una afirmación de la unidad subyacente que existe en el lado interno de la vida. Cristo permanece en el centro de este vértice de energías confluyentes.