Durante los solsticios, el sol parece detener su marcha de un hemisferio a otro. Precisamente "solsticio" deriva del latín que significa "el sol se detiene". Esto ocurre porque ha llegado a su punto máximo en su posición austral sobre la esfera celeste y su máxima declinación sur (-23º 27') con respecto al ecuador celeste. Lo contrario ocurre en el hemisferio Norte.
La idea de que el sol se detiene es porque al alcanzar el punto máximo podemos decir que es la única posición que se repite para comenzar a regresar.
Para nosotros ocurre también que comienza el Verano (en cambio en el Norte comienza el Invierno) Si bien estas son denominaciones convencionales para definir las temperaturas ambientales, cierto es que el calor se ha instalado para todos nosotros.
Desde hace miles de años las diferentes culturas, observadoras de la naturaleza, de los cielos y de las tierras han realizado fiestas comunitarias de agradecimiento a la divinidad, utilizando ceremonias de evaluación de los realizado, de agradecimiento o de ruegos por buenas cosechas futuras, según sea el caso. Naciendo de esta manera el ciclo agrícola.
El equinoccio de Verano nos marca la hora de detenernos, observar lo que nos rodea, evaluar lo que hemos producido, planificar lo que aún nos falta alcanzar para ser llevado a cabo ni bien termine el descanso que también es reclamado por el verano, es la hora de disfrutar, agradecer, innovar.
Entre el 21 y el 23 de diciembre (dado que el calendario gregoriano no es exacto en relación a los sucesos astronómicos) se produce el equinoccio en nuestro hemisferio Sur, coincidiendo plenamente con las fiestas navideñas, todo lo cual produce una sumatoria de energías telúricas, de movilización intima, de deseos más profundos de evaluación, de cambio, de proyección.